tag:blogger.com,1999:blog-362047952024-03-07T06:40:37.665-03:00¿Te cuento un cuento?"Escribir un relato no es describir la realidad con palabras, sino hacer que la palabra misma sea real". Augusto Roa Bastosanahttp://www.blogger.com/profile/16107564329697651414noreply@blogger.comBlogger9125tag:blogger.com,1999:blog-36204795.post-45148101874403913702008-06-04T18:31:00.001-03:002008-06-04T18:34:00.966-03:00Sara Fuentes<span style="font-size:85%;">A los ochenta y cuatro años pocos logran dominar su propio cuerpo, los movimientos son cada vez más torpes y hasta duele mantener los brazos levantados, aunque solo sea para peinarse y ella debe hacerlo ahora, en dos segundos. Y su pelo está imposible de largo, encrespado, seco, blanco, pero... el ensayo debe comenzar.Sara Fuentes va y viene desde la habitación al baño, manipula el motorcito eléctrico de su silla de ruedas con la mano izquierda y cruzado sobre los apoya brazos, un refinado bastón de mango nacarado. Sara siempre lleva su bastón, lo desliza, lo acaricia con la mano libre, lo incorpora a ella como si fuese una continuidad de su figura angelical, casi flotante. Me mira ansiosa por el espejo del toilette, como todos los días me acerco y le ayudo a recoger su pelo con unas veinte o treinta horquillitas de metal, después, le acerco el lápiz de labios, el maquillaje, el perfume, las cremas, quiere lucir perfecta. ¿Te das cuenta, Isabel? Me dice como todos los días, (lo único que marca la diferencia es que unas veces me llama Isabel, otras María, otras... bueno, el nombre que salga en ese momento). ¿Te das cuenta?, dice, el tiempo va descendiendo, se vuelve oscuro y cada instante es más estrecho, mientras las horas se desplazan ágiles como comprometidas con urgencias inventadas, este tiempo resulta impenetrable, todavía me falta desayunar y ya estamos prácticamente sobre el horario del ensayo.La observo descontrolada terminando de arreglar su cara. Sara Fuentes es hermosa, aún con tantos años. Llegó aquí hace unos meses y muy pronto consiguió el respeto y la admiración general.Como todos los días, toma dos tragos de su café negro, casi amargo, y sale con la cabeza en alto, manejando con extrema elegancia su silla de ruedas. Isabel, me dice, deberías quedarte aquí por si comienza a llegar gente. Hoy ensayamos con público, querida, falta muy poco para el gran estreno y me interesan los comentarios, son decisivos, de ellos depende nuestro porvenir y gloria.Son apenas las seis menos cuarto, es invierno, el pasillo es una inacabable línea oscura a cuyos costados se alzan innumerables puertas en sombras.Me quedo aquí. Igual a casi siempre, Sara avanza excitada, con una mano lleva el control de la silla de ruedas, con la otra agita su bastón por el aire, dibuja ondas, marca compases, giros, se arranca una a una las horquillas del pelo hasta dejarlo suelto, mueve cabeza y hombros al compás del bastón y en medio del absoluto silencio, Sara danza, exquisita en sus giros, en variaciones y contorsiones mágicas.A veces baila, otras veces dirige su orquesta y toca el piano, como hoy. Cada una de las puertas del pasillo es una tecla, Sara las va rozando, suavemente al principio, luego, a medida que el concierto avanza en movimientos, las golpea con velocidad y fuerza. Una mano en el motor de la silla a velocidad máxima y en la otra mano el bastón para alcanzar la madera de las teclas. Los otros internados comienzan a salir enardecidos, locos gritan desde adentro de los cuartos, el alboroto es total. Ya es la hora. Hago sonar el timbre, llegan mis compañeros de guardia para ayudarme, preparo la jeringa con sedante y se la aplico a la artista. Dormirá hasta el mediodía. Mañana la función no se suspende.</span><div class="blogger-post-footer">"Escribir un relato no es describir la realidad con palabras, sino hacer que la palabra misma sea real". Augusto Roa Bastos</div>anahttp://www.blogger.com/profile/16107564329697651414noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-36204795.post-1793230792907796212008-02-27T19:41:00.006-02:002008-12-12T21:21:48.582-02:00Sin valor literario<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMHv4gWxnoBTTR0Ye4sU1VMVxgRC3Pqh3LKO8k5vEzUNqKrcCX25D45cmYkpnaxM4c1AZ9-RPoGgilBDFwSVz6kZLfWaZf1uYbHjzCEGRhp2MiW-_EDqrNEEGfN83qjb_vivRSJw/s1600-h/dia+trabajo12.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5172090439694737122" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMHv4gWxnoBTTR0Ye4sU1VMVxgRC3Pqh3LKO8k5vEzUNqKrcCX25D45cmYkpnaxM4c1AZ9-RPoGgilBDFwSVz6kZLfWaZf1uYbHjzCEGRhp2MiW-_EDqrNEEGfN83qjb_vivRSJw/s200/dia+trabajo12.jpg" border="0" /></a><br /><div>¿Cervicales o vicios?<br /><br />Sabe, Licenciado, cuando mi madre todavía no necesitaba alimentarse con sopas o papillas especiales, no consumía tesitos contra los calambres, tesitos contra la pérdida de memoria; o cuando todavía no necesitaba que, a las 6 AM, le dejaran la pastillita rosada sobre la lengua; la naranja, después de medirle la tensión arterial; la marrón, después de bañarla; la verde, después de cambiarle los pañales, y cuando tampoco requería de una nebulización cinco veces al día, previa limpieza de líquidos que caían por su naríz o por su boca y le empapaban y le paspaban el mentón hasta el final del cuello, justo donde comenzaba la tela absorbente de su babero.<br /><br />Decía, antes de que mi madre necesitara una atención filantrópica-permanente como la que finalmente recibe de mi venerable-martir hermana, quien no trabaja, no hace deporte ni arte, no hace compras en el super ni va al teatro ni va al cine, no hace reuniones con humanos ni habla con vegetales o con aves lenguaraces de los parques.<br />Antes de todo eso, le decía, mi madre vivía conmigo. Por esos remotos tiempos, yo la miraba en su cama y me preguntaba si realmente se acostaba, o si dormía sentada con el noctámbulo propósito de salir corriendo hasta la ventana, en el mismo instante en que cualquier ruidito extraño proveniente de la calle, la inquietara.<br /><br />Claro, no puedo negar que así mis archivos informáticos se mantenían en constante actualización. Al día siguiente, mientras yo me preparaba para ir al trabajo, mi santa madre, arrastrando sus chancletas y chorreando por el piso un mate lavado, re dulce y helado, me perseguía con el firme designio de contarme el romance de alguna vecina joven con un tipo canoso, gordo, dueño de algún carísimo auto. Siempre decía, con aire de divinidad y sapiencia de Nostradamus, que los galanes de las vecinas no tan jóvenes debían ser muchachitos, garzoncitos que ella nunca vio pues pasaban sin hacer ruido. ¡Pobres!, pasan a pie o en bicicleta, algunos dejan dinero y otros, placer, ahhhhhh, agregaba. Después, mientras yo salía corriendo para alcanzar los treinta minutos de tolerancia del fichero de mi trabajo, me gritaba: ¨Nena, si andás con tiempo, ¿podrías comprarme otra almohadita porque la de abajo ya está un poco machacada?¨ Cuatro tenía, ¡cuatro almohaditas! Una arriba de otra. Duerme sentada, ¿Serán cervicales o un ridículo vicio que la obliga a consumir vida secreta del vecindario?<br />Bueno, Licenciado, en realidad no es tan grave mi situación, ¿no? Sólo que por estos días me ando preguntando: ¿Por qué la ciencia asegura que la raza humana va mejorando con el tiempo? ¿No descubrieron que dentro de no sé cuántos años van a nacer todos enanos, peludos y oscuros? ¿No fueron los monos quienes iniciaron la especie? ¿O tenían orden de llegada y de regreso, ya están volviendo? Si las nuevas generaciones se van perfeccionando con respecto a las anteriores, ¿por qué ayer, al hacer mi cama, coloqué una tercera almohadita para sentirme mejor? ¿Cuál será la marca de pañales más económica? ¿Y los baberos más suaves?</div><div class="blogger-post-footer">"Escribir un relato no es describir la realidad con palabras, sino hacer que la palabra misma sea real". Augusto Roa Bastos</div>anahttp://www.blogger.com/profile/16107564329697651414noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-36204795.post-30374040969079515182007-12-28T15:26:00.000-03:002007-12-28T15:31:55.977-03:00Feliz-grandioso-amoroso 2008 para todosPrometo volver en febrero y dejar otro cuento, ¿quieren? Prometo descansar y también escribir en mis vacaciones.<br />Dejo un cariño sincero para mis amigos y la feliz bienvenida a quienes lleguen por vez primera.<div class="blogger-post-footer">"Escribir un relato no es describir la realidad con palabras, sino hacer que la palabra misma sea real". Augusto Roa Bastos</div>anahttp://www.blogger.com/profile/16107564329697651414noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-36204795.post-4951410180329167642007-05-11T15:42:00.000-03:002008-12-12T21:21:48.611-02:00Olor y filo<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhyBVVPYVEqbFQqhkwIFHBLiJmiEmM2PV0oThEZMWF1kQ084DESlWOmOZSJo0b1KT-0PopgNd-p-IAcG4vZi1RtJO6N6wYdvDvM7YXpjNFzaBAXnZ-GCELKsRegpMPdVtx3l7tHYw/s1600-h/joan+miró.jpg"></a><br /><div>Lo que me vuelve es el olor de la casa. No los olores sino ese olor imperativo, incomparable, como jamás volví a sentirlo. Olor a ingrediente de una combinación sólida, vigorosa. Semejante a salsa roja, a horno encendido, a fideos y vino del domingo. El olor me vuelve siempre mezclado con un filo de cuchillas.<br /></div><br /><div>Arrastro el escobillón por los rincones del departamento. Parece que estuviera barriendo pero sólo arrastro el escobillón, o él me arrastra a mí, no sé. Le cambio el agua a las flores, lavo sus tallos con cuidado para que duren unos días más. Suavecito paso una franela por los bordes, por atrás, por el frente del portarretratos y es extraño porque lo veo sonreírme tiernamente y no puedo devolverle la sonrisa. </div><div><br /></div><br /><div>Siempre decía que uno puede desprenderse del abrigo, de los zapatos, cambiar el auto, la marca de cigarrillos, reemplazar perro por gato; hacer todo eso sin nostalgia, sin emoción alguna, así, simple; con un gesto automático, como mantener en la mano, durante horas, el control del televisor, pero, mientras van cambiando los canales uno sigue estático con la certeza de que imágenes y sonidos seguirán desfilando inocuos, nulos, equivalentes a nada, sin transmitir satisfacción o dolor extremo. El dolor extremo es otra cosa, decía. Hoy siento que tiene ese olor mezclado que me vuelve. Cambiar de casa por ejemplo. Habitar otro espacio es un desgarro, cortaduras salvajes en el alma, puñaladas atroces.<br /></div><br /><div>El camión de las mudanzas hizo varios viajes. Me traje todo, aunque este departamento es minúsculo. Traje los floreros, la tierra de los últimos días sobre los muebles, el jabón de tocador usado, el chaleco de Vicente, las canillas de la cocina, los cerámicos del patio, la afeitadora de Vicente, la puerta del dormitorio, el cepillo de dientes de Vicente, no dejé ni la ramita de olivo reseca que me dio el padre Luís, bendición mediante, para protegerme de toda ausencia.<br /></div><br /><div>Apilé una cosa sobre otra. No hay lugar para moverse en la cocina y ya no hago fideos los domingos. A veces pasan varios días sin que haga nada de nada.<br /></div><br /><div>Lo mismo él me sonríe tiernamente y en vez de devolverle la sonrisa, con franela y un filo de cuchillas, le arranco la tierra que lo cubre. </div><div class="blogger-post-footer">"Escribir un relato no es describir la realidad con palabras, sino hacer que la palabra misma sea real". Augusto Roa Bastos</div>anahttp://www.blogger.com/profile/16107564329697651414noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-36204795.post-39040246791182845992007-04-03T17:41:00.000-03:002008-12-12T21:21:48.762-02:00Dibujo en el vidrio<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgadBetiV4Ya2ZUuIIfNm8wbebVZsP3gRoBDagUKzNMG42L-Z0YESQEhDGWNNpBFUFaYOJe2W-x_AjBs_F3__q1cEhlKOJVigxrq7kR8YlDrpHIUZcBgaNhMeQokON5bU8ymKSbVQ/s1600-h/mujerensilla1.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5049307861259211458" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgadBetiV4Ya2ZUuIIfNm8wbebVZsP3gRoBDagUKzNMG42L-Z0YESQEhDGWNNpBFUFaYOJe2W-x_AjBs_F3__q1cEhlKOJVigxrq7kR8YlDrpHIUZcBgaNhMeQokON5bU8ymKSbVQ/s320/mujerensilla1.jpg" border="0" /></a><br /><div>Como si fuera parte obligada del paisaje o estuviera dibujada en el vidrio de la ventana ella está ahí como siempre, sentada en su sillón de mimbre, sin mecerse, si al menos se meciese, de a ratos aunque sea.<br /><br />Ahí está, casi no duerme, ni come, ni se baña, siempre ahí en el vidrio, obligándome a verla. Con sus ojos clavados hacia el frente y esa mueca vacía en sus arrugas apiladas. En la pared izquierda tiene esa inmensa biblioteca, las hojas de los libros deben haberse pegado unas con otras de tanto estar cerrados, y el tubo del teléfono que colocó hace más de cuarenta años en un rincón junto al florero, debe estar adherido al aparato de tanto no ser usado. Su mente se ve inservible como un pote de crema vacío, ni siquiera recuerdos, tiene tantos años, tantas noches, tantos días acumulados que la memoria se le debe haber herrumbrado hasta convertirse en masa amorfa para luego caer derrumbada. ¿Para qué sigue allí?<br /><br />Si al menos rezara, a cualquier Dios pero que elevara alguna oración, por lo menos tendría un motivo, una esperanza, haría un movimiento con sus manos al juntarlas, o giraría el iris gastado de sus ojos para mirar al cielo.<br /><br />Desde hace un tiempo me molesta bastante más esa estatua de carne clavada en el vidrio de la ventana.<br /><br />Un día, hace poco, su teléfono intentó emitir algún sonido, yo pensé amenazarla de muerte, tal vez así reaccionaría, comenzaría a temblar, cambiaría la expresión de piedra de su cara. Pero no pude hacerlo.<br /><br />No, no era buena idea, quizás hacerla levantar del sillón le renovara algunas fuerzas, o el escuchar una voz le ofreciera ilusiones de matar su soledad y entonces podría prolongar por muchos años más su monótono dibujo en el vidrio.<br /><br />Es necesario llevar a cabo un plan añejo que fui armando minuciosamente y repasando día a día para no perder detalle, sólo tendría que esperar una pequeña distracción suya para tomar el cuchillo filoso, ese que me compré en el 51 cuando salí por última vez para ir de vacaciones, luego debería cruzar, ella probablemente no me vería, pero si lo hiciera no podría imaginar jamás que yo entraría en su casa, y mucho menos por la puertita de atrás. El único problema es que no logro recordar donde guardé el cuchillo, creo que lo escondí en la biblioteca, detrás del teléfono, desde acá no logro verlo.<br /><br />¡Oh! Me descuidé y ella no está más allí. Pero ya volverá, volverá y se colocará de piedra otra vez en la ventana. Este es el momento de distracción que yo esperaba, debo ir ahora a buscar el cuchillo.<br /><br />¡Ay! ¡Cómo duelen las piernas! Un paso. Dos ¡Qué dolor! Otro paso. No lo veo. ¿Y ese ruido? ¿Es la puertita de atrás?<br />Pero, ¿quién podría entrar acá?</div><div class="blogger-post-footer">"Escribir un relato no es describir la realidad con palabras, sino hacer que la palabra misma sea real". Augusto Roa Bastos</div>anahttp://www.blogger.com/profile/16107564329697651414noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-36204795.post-19532014175338675192007-02-22T18:02:00.001-03:002008-12-12T21:21:48.916-02:00Nora Burgos, la palabra<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjVYi1auebMMr2LHe8XT93FrhlnSWr3ZyM0KS0Kl8GKfOwaS2icnNnZRN0ecuvn5CD1LzC_s4engyWpGLkeadZbs6poTRoKt5a8Kk8TKCDZuwmYtYizBJ1rNGH5FB4SaE7xyEHWYg/s1600-h/alejandro+dorantes.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5034476708905794210" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjVYi1auebMMr2LHe8XT93FrhlnSWr3ZyM0KS0Kl8GKfOwaS2icnNnZRN0ecuvn5CD1LzC_s4engyWpGLkeadZbs6poTRoKt5a8Kk8TKCDZuwmYtYizBJ1rNGH5FB4SaE7xyEHWYg/s320/alejandro+dorantes.jpg" border="0" /></a><br />Nora Burgos fue la profesora más notable de la Facultad de Letras. Nadie pudo olvidarla. Le encantaba hacer que sus alumnos recorriesen desde el principio hasta el final del lenguaje en cada concepto, en cada teoría.<br /><br />Fui su ayudante de cátedra durante los últimos años, y aunque solía proponerle temas con la metodología autorizada para la toma de exámenes, ella siempre impuso su criterio. Muy pocos llegaban a graduarse después de rendir docenas de veces su materia.<br /><br />Nora Burgos era una mujer atractiva aunque formal, usaba el cabello recogido, trajecitos clásicos y una sonrisa fresca la acompañaba siempre. Jamás decía una palabra que no fuese absolutamente necesaria. Sólo en ciertas ocasiones, cuando dictaba sus clases, se sumergía de tal forma en la perfección del idioma que por minutos se perdía dentro de él.<br /><br />Yo trataba de ayudar a los alumnos que, cansados de acumular aplazos, terminaban por odiar la carrera. La recuerdo mientras hablaba, se paseaba delante del pizarrón, desde una pared hasta la otra, siempre mirando el piso, con su mente internada en mundos laberínticos, desconocidos. Miraba mi reloj mientras el aula iba vaciándose y entonces la llamaba, le decía: terminó la clase, Nora, Nora. La nombraba varias veces, casi gritaba hasta lograr que se ubicara en el tiempo y el espacio.<br /><br />El Secretario Académico y un grupo de antiguos docentes de la Facultad, preocupados por la deserción estudiantil y las quejas de los alumnos, intentaron hacerle reflexionar sobre sus exigencias. Ella, impecable, con un discurso de largas horas, expuso sus razones y finalmente todo siguió igual.<br /><br />No olvido ese otro día en que llegó eufórica. Me confesó que investigaba la extensión de la palabra, hasta cuales puntos se podría avanzar antes de llegar al silencio. Después la vi, juro que la vi y también la oí. Sentada sobre un sillón con ruedas, dejaba colgar brazos, piernas y balanceaba todo el cuerpo al ritmo de su voz. Una danza ilusoria la llevaba por las ondulaciones de la o, la interrupción de una coma, por el sobresalto de la be larga, mientras un coro fantasmal la acompañaba.<br /><br />Más tarde, estuvo ausente algunos meses. Yo debí asumir la responsabilidad de la cátedra. Continuamente trataba de comunicarme con Nora, pero no respondía ni al teléfono ni al timbre de su casa.<br /><br />Volvió un lunes de setiembre sin aviso previo. Se presentó en el aula al comienzo de la clase. Entró levemente, iba descalza, la cabeza en alto como siempre, el cuerpo cubierto solamente con un camisón ancho y transparente, su pelo suelto era como un torrente dorado cubriéndole la espalda. Cuando los alumnos la vieron casi se desmayan. Saludó con un gesto parecido a la sonrisa y sin esperar respuesta nos ofreció su lección insuperable.<br /><br />He descubierto la actividad interna del lenguaje, dijo. He llegado a espacios virginales y los he poblado con parejas fértiles de palabras. Igual que antes, caminaba desde un extremo al otro, mirando siempre hacia el piso. De pronto advertimos que sus pies no tocaban las baldosas, iba y venía por sobre las ondas emisoras de su voz. El camisón y el pelo larguísimo y dorado le flameaban como si un viento imperceptible a nuestros ojos los guiara desde siempre.<br /><br />Yo soy palabra, dijo, y no hay palabra igual a mí. Hablo a través de una palabra y enmudezco atravesando otra palabra. El lenguaje es una gran isla escabrosa, abarrotada de voces peregrinas, ninguna igual, ninguna total y diferente.<br />Las palabras suelen salir a los mundos en caravana, armadas de frases de conquista. Adelante van las guías, las no dichas, las futuras, ellas prescriben el universo.<br /><br />Deambulaba por encima de nosotros, por el sitio libre trazado entre nuestras cabezas y el techo.<br /><br />Y no hay blancos impenetrables, dijo, cruzamos la hendidura de la mente y unimos los abismos.<br />¡Ahora, vamos futuras! Abrazaremos el corazón del silencio, compartiremos sus trazos y sus signos.<br />Fundaremos el idioma integral y absoluto.<br /><br />Y Nora Burgos, radiante, sublime, mágica se disolvió en el aire.<div class="blogger-post-footer">"Escribir un relato no es describir la realidad con palabras, sino hacer que la palabra misma sea real". Augusto Roa Bastos</div>anahttp://www.blogger.com/profile/16107564329697651414noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-36204795.post-1164839417130777052006-11-29T19:26:00.000-03:002006-11-29T19:41:05.810-03:00Los candados argentinos<a href="http://photos1.blogger.com/x/blogger/7285/3598/1600/931083/DSC04239.jpg"><img style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="http://photos1.blogger.com/x/blogger/7285/3598/320/212644/DSC04239.jpg" border="0" /></a><br />Se siente sucio como un criminal, me lo dijo la otra vez cuando las sobras de los ñoquis, dijo que un día conoció a la Perla y se le dio por acostarse con ella, después como era linda y buena se la llevó a la casa y ahí se siguieron acostando y vino un chico y después otro y otro, y él tuvo un poco de miedo porque le habían enseñado que a los hijos hay que cuidarlos y mantenerlos, pero... bah, dijo, comer es un decir, también está la ropa, las zapatillas, el cuadernito, el lápiz, y... que no se enferme nadie...<br /><br />Esta mañana le di un poco de arroz y unas cebollas, él sabe bien que aunque yo dure todavía de milagro en el trabajo, las cosas están mal para todos, bueno para casi todos, a los empleados nos bajaron los sueldos y nos aumentan la mercadería a cada rato, pero hay que agradecerle a Dios, otros no tienen nada.<br /><br />Ya somos casi amigos, hoy me contó eso de los candados, viene todas las mañanas, toca timbre, yo espío por la mirilla, por los ladrones ¿vio? cada vez son más y están mejor preparados. Dijo él que al principio cuando lo echaron, salía a buscar trabajo, cualquier cosa, dijo que no se consigue nada.<br /><br />Entonces pasaba por la fábrica para ver si el cuidador, que era compadre suyo, tenía buenas noticias, tal vez abramos de nuevo, si el país mejora, le habían dicho, y así fueron varios días, varias semanas, hasta que vio el gran candado. Claro, dijo, los candados nunca me llamaron la atención, tenía uno chiquito para proteger la bici, hasta que le cortaron la cadena y me la robaron lo mismo. Pero nunca les di importancia, creo que a nadie le importan, jamás han sido noticia ni son estudiados, ningún investigador se puso a ver si sacaba modelos nuevos, más vistosos, más coloridos, sin cadenas ni llaves.<br /><br />Los candados son cerrojos, no le hacen mal a nadie, pero desde esa vez, no sé por qué, veo uno y siento una impotencia, me siento criminal y hasta estoy arrepentido de haberme acostado con la Perla porque ya no puedo echarme atrás y deshacerme de los chicos que piden de comer día tras día.<div class="blogger-post-footer">"Escribir un relato no es describir la realidad con palabras, sino hacer que la palabra misma sea real". Augusto Roa Bastos</div>anahttp://www.blogger.com/profile/16107564329697651414noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-36204795.post-1161382333890605902006-10-20T19:10:00.000-03:002006-10-20T19:12:13.900-03:00El otro señor SerranoÉl estaba sentado, mirándola a ella como nunca la miraba.<br />Ella leía el Señor Serrano de Giardinelli.<br />Él, en su sillón hamaca, encendió otro cigarrillo y especialmente la miraba.<br />Ella iba en la parte en que "su vida no le parecía otra cosa más que una constante pérdida de tiempo".<br />Él, con el humo, dibujó dos senos perfectos, dos hombros, y una cintura muy, muy angosta delante del torso groseramente deforme de ella.<br />"Todo lo que había hecho era igual a cero. Nada de nada". Leía ella.<br /><br />Él seguía dibujándola con humo: dos hermosas piernas jóvenes, cruzadas sensualmente.<br />Ella: "...sabía que sólo a él le correspondían las culpas, quizás por no haber...".<br />Él la veía desde el vaho de un pasado, desde ese montón de años perdidos, desde cuando sus vidas eran promesas, proyectos y esperanzas que fueron disolviéndose en el humo.<br />"Y podía soportarlo perfectamente, mucho mejor que a esa pertinaz, intolerable soledad que parecía envolverlo como a una telaraña". Seguía leyendo: "...a veces recapitulaba su vida, como si hubiera sido una película que se pudiera rebobinar".<br />Él terminó su vigésimo cigarrillo sin dejar de mirarla. Pelo sepia, chato, sin vida. Rostro gris, sin expresión y arrugas-arrugas, muchas arrugas como surcos en el polvo áspero pero, ni una sola huella de alegrías.<br /><br />Ella llegaba a la página que, en sueños, un agresivamente más joven Señor Serrano se había gritado a sí mismo que era un pobre tipo.<br />Él tomó una nueva etiqueta de su bolsillo, sin quitar la vista de ella, buscó con la uña la punta de la cinta de celofán, tiró suavemente, en círculo, siguió buscando con la yema del dedo y encontró el doblez del papel metalizado, metió nuevamente su uña, rompió la entrada, o salida, del paquete para poner en libertad a los cigarrillos, sacó uno, lo encendió y continuó desafiando su resignación o su valor con las figuras del humo.<br />Ella leyó: "Entonces dejaría boquiabierto a más de uno, saldría en los diarios, sería famoso y discutido".<br />Él la formó amamantando a un niño. Ese dibujo se renovó a consecuencia de la atmósfera, hizo unas variaciones con increíbles curvas y creó otro niño jugando por el parque, y otro, y otro, y unos padres riéndose felices y... y cosas que jamás tuvieron.<br />"Entonces, pensó que, quizá, había llegado el momento".<br /><br />Decidió que el peso del hastío y la soledad era demasiado peso para un solo cuerpo.<br />Lentamente, sin dejar de mirarla, metió la mano en el bolsillo: los cigarrillos, el encendedor. Después, metió la mano en el otro bolsillo: el revólver, las dos balas, el humo.<br />Mucho, mucho... mucho humo.<div class="blogger-post-footer">"Escribir un relato no es describir la realidad con palabras, sino hacer que la palabra misma sea real". Augusto Roa Bastos</div>anahttp://www.blogger.com/profile/16107564329697651414noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-36204795.post-1161123207824184122006-10-17T19:10:00.000-03:002006-10-17T19:13:27.833-03:00en proceso de elaboraciónprobando<br />clic<br />probando<div class="blogger-post-footer">"Escribir un relato no es describir la realidad con palabras, sino hacer que la palabra misma sea real". Augusto Roa Bastos</div>anahttp://www.blogger.com/profile/16107564329697651414noreply@blogger.com