4.6.08

Sara Fuentes

A los ochenta y cuatro años pocos logran dominar su propio cuerpo, los movimientos son cada vez más torpes y hasta duele mantener los brazos levantados, aunque solo sea para peinarse y ella debe hacerlo ahora, en dos segundos. Y su pelo está imposible de largo, encrespado, seco, blanco, pero... el ensayo debe comenzar.Sara Fuentes va y viene desde la habitación al baño, manipula el motorcito eléctrico de su silla de ruedas con la mano izquierda y cruzado sobre los apoya brazos, un refinado bastón de mango nacarado. Sara siempre lleva su bastón, lo desliza, lo acaricia con la mano libre, lo incorpora a ella como si fuese una continuidad de su figura angelical, casi flotante. Me mira ansiosa por el espejo del toilette, como todos los días me acerco y le ayudo a recoger su pelo con unas veinte o treinta horquillitas de metal, después, le acerco el lápiz de labios, el maquillaje, el perfume, las cremas, quiere lucir perfecta. ¿Te das cuenta, Isabel? Me dice como todos los días, (lo único que marca la diferencia es que unas veces me llama Isabel, otras María, otras... bueno, el nombre que salga en ese momento). ¿Te das cuenta?, dice, el tiempo va descendiendo, se vuelve oscuro y cada instante es más estrecho, mientras las horas se desplazan ágiles como comprometidas con urgencias inventadas, este tiempo resulta impenetrable, todavía me falta desayunar y ya estamos prácticamente sobre el horario del ensayo.La observo descontrolada terminando de arreglar su cara. Sara Fuentes es hermosa, aún con tantos años. Llegó aquí hace unos meses y muy pronto consiguió el respeto y la admiración general.Como todos los días, toma dos tragos de su café negro, casi amargo, y sale con la cabeza en alto, manejando con extrema elegancia su silla de ruedas. Isabel, me dice, deberías quedarte aquí por si comienza a llegar gente. Hoy ensayamos con público, querida, falta muy poco para el gran estreno y me interesan los comentarios, son decisivos, de ellos depende nuestro porvenir y gloria.Son apenas las seis menos cuarto, es invierno, el pasillo es una inacabable línea oscura a cuyos costados se alzan innumerables puertas en sombras.Me quedo aquí. Igual a casi siempre, Sara avanza excitada, con una mano lleva el control de la silla de ruedas, con la otra agita su bastón por el aire, dibuja ondas, marca compases, giros, se arranca una a una las horquillas del pelo hasta dejarlo suelto, mueve cabeza y hombros al compás del bastón y en medio del absoluto silencio, Sara danza, exquisita en sus giros, en variaciones y contorsiones mágicas.A veces baila, otras veces dirige su orquesta y toca el piano, como hoy. Cada una de las puertas del pasillo es una tecla, Sara las va rozando, suavemente al principio, luego, a medida que el concierto avanza en movimientos, las golpea con velocidad y fuerza. Una mano en el motor de la silla a velocidad máxima y en la otra mano el bastón para alcanzar la madera de las teclas. Los otros internados comienzan a salir enardecidos, locos gritan desde adentro de los cuartos, el alboroto es total. Ya es la hora. Hago sonar el timbre, llegan mis compañeros de guardia para ayudarme, preparo la jeringa con sedante y se la aplico a la artista. Dormirá hasta el mediodía. Mañana la función no se suspende.

27.2.08

Sin valor literario


¿Cervicales o vicios?

Sabe, Licenciado, cuando mi madre todavía no necesitaba alimentarse con sopas o papillas especiales, no consumía tesitos contra los calambres, tesitos contra la pérdida de memoria; o cuando todavía no necesitaba que, a las 6 AM, le dejaran la pastillita rosada sobre la lengua; la naranja, después de medirle la tensión arterial; la marrón, después de bañarla; la verde, después de cambiarle los pañales, y cuando tampoco requería de una nebulización cinco veces al día, previa limpieza de líquidos que caían por su naríz o por su boca y le empapaban y le paspaban el mentón hasta el final del cuello, justo donde comenzaba la tela absorbente de su babero.

Decía, antes de que mi madre necesitara una atención filantrópica-permanente como la que finalmente recibe de mi venerable-martir hermana, quien no trabaja, no hace deporte ni arte, no hace compras en el super ni va al teatro ni va al cine, no hace reuniones con humanos ni habla con vegetales o con aves lenguaraces de los parques.
Antes de todo eso, le decía, mi madre vivía conmigo. Por esos remotos tiempos, yo la miraba en su cama y me preguntaba si realmente se acostaba, o si dormía sentada con el noctámbulo propósito de salir corriendo hasta la ventana, en el mismo instante en que cualquier ruidito extraño proveniente de la calle, la inquietara.

Claro, no puedo negar que así mis archivos informáticos se mantenían en constante actualización. Al día siguiente, mientras yo me preparaba para ir al trabajo, mi santa madre, arrastrando sus chancletas y chorreando por el piso un mate lavado, re dulce y helado, me perseguía con el firme designio de contarme el romance de alguna vecina joven con un tipo canoso, gordo, dueño de algún carísimo auto. Siempre decía, con aire de divinidad y sapiencia de Nostradamus, que los galanes de las vecinas no tan jóvenes debían ser muchachitos, garzoncitos que ella nunca vio pues pasaban sin hacer ruido. ¡Pobres!, pasan a pie o en bicicleta, algunos dejan dinero y otros, placer, ahhhhhh, agregaba. Después, mientras yo salía corriendo para alcanzar los treinta minutos de tolerancia del fichero de mi trabajo, me gritaba: ¨Nena, si andás con tiempo, ¿podrías comprarme otra almohadita porque la de abajo ya está un poco machacada?¨ Cuatro tenía, ¡cuatro almohaditas! Una arriba de otra. Duerme sentada, ¿Serán cervicales o un ridículo vicio que la obliga a consumir vida secreta del vecindario?
Bueno, Licenciado, en realidad no es tan grave mi situación, ¿no? Sólo que por estos días me ando preguntando: ¿Por qué la ciencia asegura que la raza humana va mejorando con el tiempo? ¿No descubrieron que dentro de no sé cuántos años van a nacer todos enanos, peludos y oscuros? ¿No fueron los monos quienes iniciaron la especie? ¿O tenían orden de llegada y de regreso, ya están volviendo? Si las nuevas generaciones se van perfeccionando con respecto a las anteriores, ¿por qué ayer, al hacer mi cama, coloqué una tercera almohadita para sentirme mejor? ¿Cuál será la marca de pañales más económica? ¿Y los baberos más suaves?

28.12.07

Feliz-grandioso-amoroso 2008 para todos

Prometo volver en febrero y dejar otro cuento, ¿quieren? Prometo descansar y también escribir en mis vacaciones.
Dejo un cariño sincero para mis amigos y la feliz bienvenida a quienes lleguen por vez primera.